jueves, 31 de julio de 2014

Un comienzo.

Cuando los primeros ojos se cruzaron,
se supo que se existía, se conoció al otro,
se entendió que no estaba solo.
Hubo confusión, caos, 
los primeros siglos del universo fueron un caudal de emociones y sentimientos para el tiempo y el espacio. 
Cuánto entendimiento hubo en esas dos primeras miradas, 
el ser individuo salió de su alma y se miró frente a un posible espejo, 
se dio forma la necesidad de existir en el ser humano, 
hijos del infinito y la evolución, 
el espíritu de todos los rincones del espacio como una flor nos dio a bailar en la tierra. 
Como semillas plantadas por una fuerza imparable abrimos los ojos y vimos al otro. 
Todo lo que creíamos ser, se vio reflejado en aquella dimensión desconocida del saberse consciente y del estar consciente del otro, 
allí se generó el amor que estampado llevamos en nuestro pecho. 
Somos hijos de dos dioses que sucumbieron al destino de haberse encontrado, 
fuera de sus pensamientos, mitos, leyendas y verdades paradigmáticas. 
Una verdad celestial fue revelada en aquel entonces que nos tiene haciéndonos estas reflexiones hoy, 
buscando otras verdades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario